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ateo poeta

 

Resbalaban por tus labios

las palabras fruncidas, tus

puntualizaciones gramaticales,

tu entonación sostenida en las

sílabas agudas mientras aleteaban

azules tus párpados y yo me

sumergía en las vetas acuosas de

tu alma extranjera, dichoso por la

proximidad de tus ademanes

perfumando lo invisible,

revolviéndome contra la génesis

de la ternura exhalada por tus manos,

ajeno al insaciable arroyo del

tiempo hasta que sonríes y me

solicitas los ejercicios de traducción

y junto a tu fuente procreadora,

en mi lengua trabada sé que,

así, nunca aprenderé el idioma

avanzado con el que me nutrías.

 

 

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