Al filo de cumplir 44
ha llegado la hora
de rebautizarme.
El nombre artístico
no puede ser
pretencioso
pero sí una ruptura
con las convenciones
molestas.
Acudo al linaje
materno
y a la tierra natal
por si acaso
hay reminiscencias
y simientes
encarnando
lo invisible.
Y encuentro cerros,
rápidos caudales,
riberas exquisitas
para la mansa
ganadería,
manantiales
que descienden
con ímpetu,
troncos
centenarios,
piezas de sostén
y el vigor
necesario
para resistir
sin claudicar.
No es mucho
pero mis ambiciones
son ya una íntima
materia.
No es poco
y promete.
Fotografía: Bill Brandt
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