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ateo poeta

 

Ahora sé que el beso

viene del pasado,

volátil y gratuito

como el resplandor

de un relámpago

divisible.

 

Cada vez que

se materializa

su espejismo sé

que se hace lo rojo

entre las rachas

glaciales,

que la vida

se esfuma

sin remedio.

 

Ya no mendigo

los besos inoportunos,

los lánguidos

o los abrasadores besos,

ni albergo en ellos

redención a

mis lascivos

pensamientos,

a mis causas

perdidas.

 

En las exequias

del beso,

en su precioso

futuro mineral

y la usura de su

críptica

metafísica,

en su adventicio

latir,

sólo ahí,

acierto a intuirte.

 

Fotografía: Anna Morosini

 

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