Te soñé robusta
y azabache entre la nieve,
tus pechos aguardándome
con la lectura
en pálpito, incesante,
herida por su verdad,
aluvión de mapamundi
manando de tu boca
fácil,
creías en ese poder
elocuente,
para ti yo sólo incienso
de rosas y violetas podía
inscribir
en el pentagrama, en el
delirio de aquellas
planicies inestables,
me hechizaba
tu narración de los hechos
inocentes
y con esa picardía
y los muslos entrevistos,
de púrpura tu fe
en el instante,
yo no puedo estar muerto,
no extraño mi cuerpo
aunque el tuyo
habla lo dulce
y lo cierto, la flor
oriental, superviviente,
ahora aprendo de tu
elixir y de las premisas
indelebles,
eras un sueño
tan amante.
Ilustración: Daniella Bonachella
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