Respetar
lo que no nos pertenece
siempre que no haya sido usurpado
al sudor ajeno.
Respetar
la inmensidad,
los prodigios de la evolución
que no llegarán nunca
a pertenecernos.
Provienen de otro sudor,
de otro contrato.
Respetar a quienes
respetaron o, al menos, están aprendiendo
-rápido, sólo muy rápido- a respetar.
Los plazos no son prorrogables.
Han fermentado -seculares- tanta inquina
y exterminio
que solo cabe ampliar, como una llanura,
nuestros umbrales de comprensión.
Respetar
a quienes se envuelven en nuestro amor,
en nuestra memoria,
a quienes son fruto de admiración merecida
aun fuera de temporada.
Respetar por omisión:
sin distraerse,
sin depredar.
Cada ser es esclavo
de su fragilidad.
Cuando el hervidero de variaciones
nos asfixie,
es mejor plegar velas, recogerse, hospedar
al silencio pertinente.
4 comentarios
ateopoeta -
estación de minifaldas -
ateopoeta -
manuel marcos -