El día en el que ya no tenga acceso a tus pulsiones inexplicables.
Cuando se desdibuje la dedicación de tu sonrisa en un jardín
de cuatrocientos rostros.
En el fracaso recurrente, en la obstinación por renacer, en el tropezón
seguro que me acompaña en toda línea de fuga.
¿Por qué las reliquias siguen pariendo ilusiones de intimidad?
¿Dónde están tus pechos de cisne? ¿Quién ha seleccionado a esos
actores de reparto para unos segundos de gloria?
¿Puede el león aprender del niño y quebrar la nacarada
compacidad del mármol?
Ese personaje sólo busca impregnarnos de ficción, como si el vacío
que jalona fuera más real, menos banal.
¿Qué me liga a tus ancestros, a la cuenca planetaria de tu mirar,
antes, siempre, una elástica irrupción?
Como piedras varadas, una turbia reminiscencia. Tanta
pérdida.
Ilustración: Armand Fernández
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