No sé cuál es la estación de las orquídeas.
No recuerdo el timbre exacto de tu voz.
No deconstruyo meticulosamente lo fulgurante
porque su milagro bien merece un incendio.
No perturbaré ni un ápice el bello arpegio de tu equilibrio
que no cesa de perturbarme.
No fraguaré una promesa sin taras, ni un dios hambriento.
Dejar constancia, empero.
Ilustración: Michele del Campo
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