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ateo poeta

 

Fragmentado el tiempo hasta la saciedad.

 

Entonces colisionan como lenguas glaciares

los bloques que amalgaman los restos diminutos,

esas sedes sin nombre donde murió el beso,

 

el milagro del silbo en trance

revoloteando.

 

¿Por qué insistir en hurtarle un hueco

a esa poderosa avalancha?

 

Fotografía: Elia Costa

 

 

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