En la cumbre de tu tez
me has dicho tres veces:
precipicio,
precipicio,
precipicio.
No me salves,
arrójame a tu limonada.
Un orgasmo con antifaz sólo es una brisa violenta
que agita las espigas de la cebada.
No hay dinero que pueda pagar una dentadura
deseante como la tuya. Ni papel de plata ni crema
hidratante.
He escuchado el manantial de tu sexta sinfonía.
He meditado sobre tu plan B y la hora H
a la que siempre llegamos tarde.
He sembrado las amapolas mórbidas y ágiles
como las industriosas nalgas.
Disciplinados hacia la eclosión. Adheridos al vértigo
de esa alborada de calendario que nos quema
los ojos doloridos y náufragos.
Hallaremos los diamantes en la garganta púrpura,
succionaremos las olas derramadas después.
Ilustración: Alberto Mielgo
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