A la espalda de la noche
me apoyo
y cuajan en mi rostro
el relente
y las gotas de azahar
que busco
mientras te evoco
y bebo tu recuerdo frío,
turgente, febril,
tu intermitencia,
pues nada compite
con la brisa dejada
por tus caballos,
con el abanico
de tus sombras vivas,
nada
pues amo sólo
al ojo que escancia
lo dulce,
al mirar dentro
de la carne y del hueso,
al aceite
que unge y amarga
el sabor del vacío,
fingida divinidad
de lo azul
en crecimiento,
limones que brotan
de las fuentes
a resguardo,
y vienes de lejos
al amanecer de mi lengua
porque nunca
te has ido.
Ilustración: Aleka
0 comentarios