Eres un filón plateado
para mis sueños africanos,
te emancipas
de lo incoloro y absorbes
mis dosis metafísicas
sin prescripción médica,
sufragas
los premios de lotería
que me tocan sin jugar,
cometen un error
los haces boreales
al alejarse de tus senos,
nada se cae
de tus manos invisibles
y yo lo recojo todo,
por si acaso,
como antorchas que
giran en el aire,
hueles a malvas
cuando no estás, y estás
cuando las flores mueren
de belleza en la palma
de mis manos,
no reconozco
la deuda ni la mediación
por las ironías de la vida,
pero sé que los casquetes
polares tienden
a la fricción como tú y
yo y cualquiera
con el ajuar del nómada,
por eso pronuncias
un coro de aromáticas
hierbas, añades
la sal justa, combates
la insensatez
y barruntas cuánto
amor puede albergar
una era geológica,
eres la inminencia
de lo superlativo,
la tormenta que reposa
sobre la arena,
la telúrica angustia
que sonríe cuando
echo raíces y levamos
anclas,
nado, por ende,
hacia tus exóticos
prodigios.
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