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ateo poeta

 

Mientras la mayoría

coreaba a sus ídolos

del balompié, alguien

gemía de placer

y sus perennes orgasmos

inundaban las calles

abigarradas. Después

lloviznó y la noche

remolona de junio

se limpió de tantas

sustancias tóxicas

en suspensión. Me

asomé al alféizar

de nuevo y volvían

alborotados los chavales

foráneos

que se alojan

en el hostal de enfrente.

Por el móvil

hablamos un rato

de nuestras cotidianas

fantasías y de

minucias y de deseos

y de la calidez

de este ocaso.

Te conté que no

podía apartar la mirada

de un piso próximo

donde una mujer

se paseaba distraída

y se cambiaba de ropa,

consultaba con su espejo

y siempre sus cortinas

descorridas.

Y tus risas lejanas

me sabían

dulces y tiernas,

y las luces naranjas

eran el sosiego

y ya no pude trabajar

mucho más

pero bebí un poco

de tus recuerdos,

tomé la pastilla

y enseguida surtió

sus efectos.

 

Fotografía: Philip Lorca

 

 

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