Sé que las palabras no pueden erigirse
en un canto de sirenas, no pueden ondear
huérfanas y descarnadas, no sustituyen
ni atisban las conjeturas de la piel erizada,
la síntesis fugaz que promete el beso turbio,
poco dicen de la infinita ternura subyacente
y apenas se articulan llanas y prístinas en lo álgido
del éxtasis abrasador, en el arrebatado cuerpo
sometido al instante oscuro bajo sus párpados.
Ilustración: Nazario Luque
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