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ateo poeta

 

El lecho del río es espacioso,

caben todos tus besos postergados

y unas pocas horas de la mañana

ajenas a la obsolescencia.

 

¿Qué vientos acariciarán ahora

tus piernas, beberás zumo de naranja,

seguirás desnuda en tus sueños

bajo una sombrilla arcoiris?

 

Siempre me voy para empaparme

de ti, para tragar tu luz

y tu abundancia.

Con esas esquirlas, al compás,

me concedo el capricho helado

del instante.

 

Siempre vuelvo con la ebriedad

del extrañamiento,

con el peso liviano y la lentitud.

Hago pie en tu curso de agua.

Intento la flotación,

que se despliegue el silencio.

 

Como esas frambuesas delicadas

ahí delante, para mi boca.

 

 

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