El lecho del río es espacioso,
caben todos tus besos postergados
y unas pocas horas de la mañana
ajenas a la obsolescencia.
¿Qué vientos acariciarán ahora
tus piernas, beberás zumo de naranja,
seguirás desnuda en tus sueños
bajo una sombrilla arcoiris?
Siempre me voy para empaparme
de ti, para tragar tu luz
y tu abundancia.
Con esas esquirlas, al compás,
me concedo el capricho helado
del instante.
Siempre vuelvo con la ebriedad
del extrañamiento,
con el peso liviano y la lentitud.
Hago pie en tu curso de agua.
Intento la flotación,
que se despliegue el silencio.
Como esas frambuesas delicadas
ahí delante, para mi boca.
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