No sé si sumarlo a los derechos humanos
o a la no menos controvertida relación
de las necesidades básicas,
pero se me antoja que ese cuarto oscuro,
ese refugio como una sala de cine
o como la contemplación de los nombres
de cada belleza desnuda en una floristería,
ese tiempo perdido y mosaico
que alberga toda evasión,
se lo merece.
Fotografía: Julia D. Velázquez
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