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ateo poeta

 

La muerte no se ha olvidado

de Keith. Lo ha asediado

durante un año. En unas horas

ha inundado de sangre

su cerebro. Lo ha arrastrado

a su paz de muertos,

a su orden indiscutible,

a la planicie esteparia

de toda ley ajena.

No conocía a Keith.

Hablé con él varias veces

durante la semana.

Concertamos una cita.

Yo caminaba ligero por

las calles extrañas,

contemplaba el pelo lacio

de las mujeres hermosas

y la lluvia resbalando dulce

por sus hombros

desnudos.

Le envié un mensaje para

confirmar la entrevista.

Me respondió su compañera.

Keith había fallecido

ese mismo mediodía.

Por la violencia de su latir

recordé que yo también

tengo corazón,

que también es frágil

y que también se rendirá

algún día.

Que todos esos edificios

persistirán,

que toda esa belleza

persistirá ahí fuera,

que solo mueren nuestra

vanidad y los anhelos

de plenitud.

Pregunté por Keith,

por su edad y por algunos

retazos de su vida.

Necesitaba darle forma

a ese lapso y a ese umbral

en que lo conocí.

Todo se reducirá

a esa breve memoria.

Seremos para otros

un recuerdo fragmentario,

una imposible

comprensión.

Pero no hay ninguna prisa.

Conocemos el letargo nocturno.

Ya probamos los lechos de piedras

y el sabor amargo de la pérdida

de toda dicha

divina.

La pulsión de muerte

no puede alimentarnos.

No hay otra certeza. Keith

ya no está vivo

y nuestros ojos

no pueden cesar

la búsqueda.

 

2 comentarios

ateopoeta -

quizá se escore mucho hacia la prosa y sea poco poema... el otro día Batania decía que si pones los versos todos seguidos y suena bien, no hay poema, aunque Bart Simpsom opinaba que si rompes un texto en prosa en frases entrecortadas, también tienes un poema... ;) gracias por la visita, Luis!

Luis Martínez -

Me gusta bastante el poema