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ateo poeta

 

No cura la palabra

por sí misma, por su magia

o ángel, por el vaticinio,

por su hilo postrado en el lecho

de adversidades.

 

Ni la escucha

imposible de los insectos que rasgan

el sueño, las amapolas renuentes

al arrullo, la figuración

de lo sustraído para siempre.

 

El cauce de nubes, la paz del tumulto,

la luz emergente apenas enunciada

y que pugna por las vértebras

y da raíz, al menos prometen

la buena suerte.

 

 

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