Ya no espero un milagro
ni que aparezcas de pronto
y te quedes para siempre.
Hay demasiadas obligaciones en este mundo.
Demasiadas líneas rectas que pasan de largo
por ciudades acogedoras.
Por eso me abstengo de mis promesas
y acrobacias mortales
y las pongo a raya cada vez
que salen de casa
al encuentro de tu arboleda.
Lo que ya no puedo evitar
por mucho que me lo proponga,
es la suave textura del presente,
esa alegría enjaezada y a galope
que desprendes.
Como si en la mera contemplación
de tu cuerpo y de tu luz residiese
todo atisbo del prodigio.
Fotografía: Nan Goldin
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