Convivo cada vez
más estrechamente
con los plazos de entrega.
Se lavan los dientes conmigo
por la mañana,
se adhieren a mi piel
con la lealtad de un perfume,
se apresuran a pagar la cuenta
con elegante discreción
y como prueba irrefutable
de supremacía.
Me susurran al oído
en bellos idiomas
ultramarinos: somos
las líneas muertas
del horizonte,
no te podrás sustraer
a la dulce tentación
de nuestras sublimes
sirenas.
Son ellos quienes planifican
por ti y quienes se dan de codazos
por ocupar en tu agenda
las mejores gradas
de cada día.
Si no hubiera fechas límite
la voluntad yacería
sin fuerza ni vestimenta,
deambularía ebria
sin propósito ni vigor.
A esos números rojos
del calendario, en definitiva,
que con ternura y precisión
nos colocan la soga al cuello,
les debemos todo triunfo
y propiedad
de las mieles y laureles.
Un divorcio sin mutuo acuerdo
a estas alturas de la adicción
tan solo podría acarrear
imprevistas y nefastas
consecuencias.
Ilustración: René Magritte
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