Leer poesías de pie,
apoyado en la barandilla
de la librería,
hurgando al azar
en el orden alfabético
por autor,
y percibir que se suceden
las horas
y me olvido de comer,
de trabajar,
de ir a reuniones,
de llamar a nadie,
mientras voy diseñando
mentalmente
la portada, el grafismo,
el tamaño apropiado
del libro que,
pensándolo bien,
ya no quiero publicar,
y preguntarme por qué
no están otros
en esas baldas,
dónde residen
esas inquietantes
ausencias.
Ilustración: Alvin Lustig
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