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ateo poeta

 

Son jóvenes

y están enamorados.

 

Cada vez que se encuentran,

vuelve con ímpetu

ese proceso químico turbulento

y fuera de control.

 

No aciertan a predecir

cuánto se prolongará

la euforia,

pero presienten

alguna interrupción

inevitable.

 

Se lo advierto

a mi hijo,

como buen aguafiestas,

pero sonríe

condescendiente,

esgrimiendo su derecho

al ensayo y al error.

 

Cree disponer

de una larga vida

por delante

y que la suerte

le seguirá cayendo

en gracia.

 

Me ausculta

y confirma

que mis fracasos

y reincidencias

en tantas vanas ilusiones,

en realidad, resultan

poco convincentes.

 

 

Fotografía: Vivian Maier

 

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