Rectificación:
nada de aquello aconteció,
mi amor.
Apenas miré sus ojos fulgentes
cuando me inquirió con pícara
inocencia: "¿deseas algo más?"
No recuerdo ni el terciopelo
de su voz mientras
me despachaba ágil
y yo musitaba
lacónico
mis respuestas
funcionales.
Sólo comencé a imaginarme
la voluptuosidad
de su figura
una vez que caminaba
de vuelta casa
intentando rehacer
el puzzle
de la turbación.
Después almorcé solo,
como de costumbre,
leyendo a la vez
un libro y la pantalla
del ordenador,
sedienta,
palpitando.
Así cumplí mi cupo
diario de escritura
y de onanismo,
mi amor.
Debes comprenderlo.
De algo tenemos
que vivir.
2 comentarios
ateopoeta -
la frutera -
las siestas carnívoras
y las cenas frugívoras
;)