Me dijiste que tenía suerte,
que al menos yo tenía
la escritura como terapia
y que así cualquiera
supera un contratiempo
sin albergar intenciones
suicidas ni deprimirse,
total, en un texto cabe
almidonar las rupturas
sentimentales, maquillar
a tus muertos
a conveniencia,
reírte de las cuchilladas
traperas que no alcanzaron
tus órganos vitales
y que provenían
de esos seres cercanos
que considerabas
inexpertos en tales
artes.
Menos mal que yo nunca
he confiado tanto
en este pozo
sin fondo.
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