En lugar de citas
pedantes para complacer
a tirios y troyanos,
prefiero la anécdota
de los héroes caídos.
Como aquella apócrifa
que decía que el libro
más cojo y tuerto
de Benedetti, una suerte
de haikus de libre
configuración,
hacía las delicias
de los ejecutivos
que viajaban en
business y que jamás
hubieran digerido
más de tres líneas
de denuncia
en verso,
de lírica combativa
contra la tortura
generalizada
y la complicidad
de esos mismos
acomodados
lectores
y enemigos
de clase.
Aparte del ostracismo
voluntario,
qué podríamos hacer
para que estos poemas
les repugnen
si es que llegan a caer
en manos tan limpias
y en tan sucias manos.
(Dejando al margen,
pelillos a la mar,
que por error y overbooking
a más de un poeta punk
-etiqueta canalla
con no poca impostura-
nos han reubicado
alguna vez en primera
y no hemos dicho
ni mu, faltaría más.)
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