Saboreo
cada una de las letras
de esos conceptos
sagrados,
esos valores últimos
y grandes ideales
que han inspirado
las luchas
más admirables.
Lo que no soporto
es la vaguedad
del relato,
el uso indiscriminado
de palabras hueras,
el ardid
del privilegiado
y el olvido
de quien sufre
todo el peso
de la pirámide.
Por eso es difícil evitar
un regusto amargo
después del banquete.
Ilustración: Agnes Martin
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