Me agota un exceso
de vida social, de discursos
y manejos calculados
de las distancias cortas
y de los espacios de estudiada
intimidad. Esa disciplina
de los consensos velados
y los insólitos fulgores
en el simulacro de la noche
donde todos los gatos
son pardos.
Por contra, puedo flotar
durante horas y días sumido
en mis nubes imaginarias,
hablando con las plantas
en sosiego, riéndome
con desparpajo de mis
torpezas y ambiciones,
haciendo la colada
y conmoviéndome como un
chiquillo con la abundante
luz y la belleza
que acontecen en las más
minúsculas cosas.
En uno y otro ámbito
siempre me acabo
topando contigo.
Ilustración: Michele del Campo
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