Salgo del examen
médico más feliz
que unas castañuelas.
Según los parámetros
de cálculo y los avatares
de mis años vencidos,
soy un hombre normal.
Ya me había hecho
a la idea
de que nadie era normal
y menos yo,
sobre todo a los ojos
tuertos
de los ficheros policiales
y según los cánones
esgrimidos
por las autoridades
al mando.
Y mira tú por dónde
me guardo risueño
la copia del análisis
en el bolsillo,
harto ya del ajado
documento
nacional
de identidad.
Fotografía: Inge Morath
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