El cielo está despejado
y las bandadas de aves oscuras
no planean hoy con sus abanicos.
Al pensamiento glacial,
al apocalipsis tortuoso,
a la extensión superlativa,
la voz
y el carmín o la grasa
del cacao sobre los labios
les pueden averiar
el engranaje.
Dadme la sustancia
impronunciable
y los caldos bajo los cráteres
manarán como cosquillas
por las plantas de los pies
en absoluto silencio.
Mientras persista
la vocación jugosa del delirio
y se erradiquen las infecciones
de la luz,
apenas me quedará tiempo
para echarte de menos.
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