Tendría unos ocho años
y recuerdo cómo sometía
a escrutinio, con ansiedad,
cada noticia de una tragedia
bélica, todo el odio que a todo
impregnaba, los accidentes
de tráfico y los consustanciales
al mero impulso de vivir.
Signos infalibles
de que jamás habría dios
alguno ni orden
en este naufragio.
Fotografía: Ana Nieto
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