Que siga su cauce.
Que bucee
en su devenir compulsivo
y que toque fondo, piedras,
la serenidad del remolino
interior.
Que la fragilidad solitaria
ceda al auxilio
de la espuma,
de la floración inminente.
Que las grietas
como resplandores y que
la sustancia del secreto
peor guardado
resista la violencia
de la ola, despunte, lamine
hasta el párpado.
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