Lo que yo te doy es poco,
su masa es relativa y tal vez todo
sea demasiado fugaz, como un paisaje
a través de la ventanilla.
"Poco" y "todo" son todavía palabras
excesivamente deudoras de un cálculo
de las emociones y de la confianza
que siempre he considerado a la deriva,
naufragando en algún líquido sustancial.
Por eso yo prefiero olvidarme de cuánto
azul, de cuánto aroma de pétalos,
si perdurarán dichas y alas, el enigma
que acompaña nuestra inspiración.
Lo que nos damos no tiene mesura.
Es más: nos desborda como alud
impredecible y como las vetas de oro
que emergen y devolvemos con otra
forma a su preñada naturaleza.
Tienes razón: en lo minúsculo
percibimos el más leve parpadeo
de una gramática, el sueño estriado.
Pero yo tan sólo puedo pretender
que se impregnen de ternura
las omisiones, que un fulgor incluso
invisible mantenga viva la llama.
Fotografía: Rebeca Mateos
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