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ateo poeta

 

Ese país de guirnaldas, farolillos rojos

y lámparas de papel de arroz.

Ese país de inciensos y combustiones

que despojaron de sus fragancias

a las brisas benefactoras.

Ese país de enigmáticos abismos

tras los ojos dolientes, las pieles tersas

y ajadas enseguida por la compulsión

de la faena, los chubascos

monzónicos y el delirio de las amapolas.

Ese país que vuela a lomos

de mitologías ancestrales

aún encarnadas en los labios

de los egregios miembros del partido.

Ese país que pienso oblicuo

y horizontal, con sombras en sus flancos

y sus nieves perpetuas, lejos y dentro,

donde nace el remolino.

 

 

Fotografía: Carmen Acero

 

 

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