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ateo poeta

 

Es inexplicable el huracán,

la luz que no cesa, el ventilador

que rasga mis ojos.

 

En mi garganta nadan los peces

como un torbellino y dejan sus

espinas clavadas.

 

Me subiré a ese ferrocarril

sin cuerpo. En el desplazamiento

cabe esclarecer la consistencia

de las uvas dulcísimas.

 

Allanar el terreno

para el óxido y la floración.

 

Que esta calma no perturbe

el ruido porque la disyuntiva

es atemporal. Me fijo

en los lóbulos de los transeúntes

y no adivino qué comprenden.

 

Arracimándome a estos

corpúsculos de vacío aquí,

aspirando al mar sin tregua.

 

 

Ilustración: Robert Gorzel

 

 

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