Podrías ser adorable como el trino
y los caballos sin arneses refulgiendo
al poniente con su negro azabache.
Las hojas de té precisan ráfagas
de emulsión y soledad
antes de que bajen sus cadáveres
al fondo del tiempo.
He interrogado sin éxito por qué
toda minería depara
una vida triste y el oro
de los artificios pierde,
en suma, su valor.
Podrías igualar a la madera noble
y sabia y húmeda y longeva,
podrías confundirte con el ósculo
del infinito y con la música
de los espectros,
y la savia de tus pechos podría
endulzar, sin un solo abalorio,
las amarguras.
Lo que no entiendo es por qué
se prolongan la escarcha
y el hermetismo.
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