Dar clases de filosofía
puede parecer sencillo.
Al fin y al cabo, ahí están
esos textos canónicos.
Es como cuando era joven
y pinchaba música
en la radio: afinad los oídos
y yo tan sólo acompaño
con alguna nota al margen.
No se trataba de pontificar.
Lo más importante
ya estaba dicho.
Mucho más densos
y suculentos eran
los programas de crítica
y debate. O los contra-
informativos.
En todo caso, el color
y la profundidad
pueden acontecer
de cualquier manera:
es cuestión de gestos
y actitud. Incluso
en lo breve y preciso
puede bullir
una deliciosa
seducción.
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