Estabas lejos, en el bazar,
donde el humo verde y con sándalo
en el pelo. Tienes unos ojos
negros y horizontales que tiñen
los desiertos de lotos y arroz,
por eso doné mi piel
transparente, sin regateos.
¿Cuánto océano puedes beber?
¿Con qué músculos el viento
despeja lo triste de tu hogar?
Mis dedos han criado cactus
pero tuve que domesticarlos
con melodías para avispas.
Ahora ya pueden desnudarte
de lo glacial y que la espuma
vuelva a coronar tu sonrisa.
Cuando los oasis están aquí
y no están porque ya hubo
demasiadas utopías, entonces
me hago el muerto. Ningún
espíritu acude a mi rescate
así que me olvido de la cuenta
atrás. ¿Qué te ha sobresaltado
a ti en la cándida geometría?
¿Iremos allá con cien pies?
Te diré que tampoco el otoño
esconde las fisuras. Además,
otras emociones con anillos
pulsan el termómetro. ¿Quién
no aborrece tanta comodidad
plana y asfáltica? Lo único
obsceno es desechar la rama
engendrando en silencio.
Fotografía: Rimantas Dichavicius
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