El amor de los hijos
también se gana.
No lo regalan por ahí,
no viene inscrito en los genes,
no te lo deben
en compensación
por los alimentos recibidos.
Cuánto derroche
de palabrería
naturalizándolo
como otra forma
de autoridad.
Y qué catástrofe
de cosecha
cuando sólo
se han sembrado
truenos.
Fotografía: Robert Frank
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