La oscuridad también acoge el aliento,
evocaciones como luciérnagas deambulantes
si el pálpito acelerado es tolerable.
Un hombre descansa, pierde la noción
de las horas que yacen maduras y las luces
se refractan en sus ojos incrédulos.
Las arenas y los fósiles tienen consecuencias.
La lumbre tiene consecuencias.
La calma de esta noche puede asfixiar.
Un hombre debe digerir todos los cambios
de ritmo.
En las escalas del mundo lo que es significante
para un día o un alga, apenas forma el suelo
que pisan los múltiples simios e ignoran
las estrellas. Ahí la tarea.
Por qué afligirse.
Reverdecen inmensos montes preñados.
La libertad es el silbo pasajero, el refugio
melodioso al que me inclino.
Fotografía: Ilse Bing
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