Nunca le encuentro
mucho sentido al viaje.
Sólo me fío
de las motivaciones
más peregrinas:
asistir a algún evento,
obligaciones familiares
y, sobre todo, la huida.
Huir de lo asfixiante,
del tedio, de la agenda
sobrecargada.
Luego deambulo
sin muchos planes
y consumo las horas
observando
las vidas ajenas.
Sólo esta terapia
me refresca las ganas
y me levanta el ánimo.
Después del trajín
y de la ausencia
siempre surgen razones
para volver
a desearte.
Fotografía: Belén Fernández Suárez
0 comentarios