Se escribieron cartas de amor
como si el amor tuviera
hambre insaciable
de palabras y distancia.
Por encima de guerras y familias,
depositando su secreto
en los servicios postales,
viviendo en los impulsos
de cada mensaje
correspondido.
Cuando al fin se relajaron
las aduanas y la cadena del azar,
se entregaron sus cuerpos
exclamativos
como una acentuación
y un punto y aparte.
De inmediato volvieron a las andadas
y a separarse
según la ley del deseo
y a escribirse más epístolas que nunca
como si solo en ellas
resistiera
la pulpa cómplice y la verdad
al margen
de las convenciones.
Fotografía: Ellen Auerbach y Gret Stern
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