Si el placer
era, en sus albores,
un simple mecanismo
biológico
para ponernos a trabajar
por la reproducción
de la especie,
el arte de la sexualidad
no es más que un conjunto
amorfo
de malentendidos
y vacilaciones cuyo fin
es la tortuosa administración
del placer.
Fotografía: Nobuyoshi Araki
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