Amar es cansado. Deberían estipularse
ocho horas diarias como máximo
para prevenir la fatiga
y las sobredosis.
Más controvertido se me antoja
un salario mínimo al respecto.
Sería equivalente a la imposición
de trabajos forzados
a las mariposas.
En lo que atañe a las vacaciones
pagadas dúdese del romanticismo
de los sindicatos:
que se decida en las asambleas
y camas de negociación.
En materia de movilidad
geográfica los amantes suelen andar
al borde del precipicio. Por ello
se recomienda:
una notable deducción fiscal
y servicios solidarios
de cuidados paliativos.
Una vez calculada su relevancia
en el índice de felicidad bruta
del país, absténganse
las autoridades
de regular más esta industria.
(Los cuerpos ya segregan
abundantes incentivos
naturales.)
Para todo lo no contemplado aquí
se remite a las cláusulas libremente
acordadas por quienes ya están
con sus manos en la obra.
Fotografía: Sebastiao Salgado
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