Un sueño llega a las estribaciones
de la vigilia y solicita permiso
para hacer acto de presencia.
Evoca labios como mieles, sedas
y fruncidos, la columna vertebral
expandiéndose como un látigo
de placer repentino.
A la sala de espera llega raudo
otro sueño no identificado
que irrita las certezas del primero.
Unas tijeras autómatas, lluvia
torrencial, los taxis de madrugada
transportando a maniquíes
con sus galas de fiesta.
Una orquesta de jazz impide
el acceso de los sueños
a las estancias de la amnesia.
La voz solista posee
una sexualidad ambigua.
Puede tratarse de otro sueño
que guarda las apariencias
para pasar inadvertido.
Hay hambre de paz, ansiedad,
un cuerpo cansado y tendido
a las orillas de un río. Alguien
protesta y exige las llaves
del paraíso. Los sueños
se echan a reír a carcajadas.
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