Joder,
a veces me pregunto
si me merezco tanta
felicidad.
Ya sé que no es
para echar cohetes,
ni siquiera valdría
el sustantivo
al cien por cien.
Además, siempre
está mi lado oscuro:
que si quítame esa paja,
que si vuelve
a asomar el agorero
insaciable.
Joder, pero es que a veces
la palabra
se hace cuerpo:
se deposita en tus labios
sin apenas
un momento de sosiego
para reflexionar
sobre los golpes pasados,
sobre el precipicio
ahí adelante
y no sé cuántas
contradicciones
que no admiten
una simple y profana
nominación.
De todos modos,
no hay designio
ni justicia que valga
para explicar
estos látigos de luz y
los besos dolorosos que
a veces te tocan
y, más habitualmente,
hacen mutis
por el foro.
Fotografía: Olaf Martens
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