El miedo
es la peor
compañía
en este viaje
(y eso que no deja
de calarnos
hasta los huesos).
Puedes darle candela
con tus ingeniosas
notas
de sarcasmo,
o seguir incansable
corriendo
aventuras,
y el mundo
por montera.
Puedes invocar
el abracadabra
y ponerte en manos
de ventrílocuos
que predicen
tu buena o mala
fortuna.
Y también cabe
el no menos socorrido
bucear
en tus propias simas
de animales
prehistóricos,
para abrir
un tesoro
con semejantes
monsergas.
El miedo galopa
sin estribos
a lomos
de la pesadilla:
siempre
disparando
a tus pies,
con su podrida
palabra.
Vigilarás
cada próximo punto
vulnerable,
acabarás tullido
y repleto
de filosofía,
y desearás,
sobre todas las cosas,
que el miedo cambie
de bando.
Fotografía: Antanas Sutkus
0 comentarios