Pasan los años
y sobrevives.
¿Es que has sido
un tipo
con suerte?
Nunca podrás
responder.
Sólo te
agarrabas
a la vida
como a un
mástil en una
tormenta.
Y el rumbo,
ya se sabe,
era más cuestión
de instinto o de
reflejos que
de planes
premeditados.
Lo único que
puedes afirmar,
a estas alturas,
es que no
existe el
camino de
rosas.
Cuando no
te acuciaban
siniestros
inesperados
o daños
colaterales,
siempre te
tocaba la onda
expansiva
de los dolores
ajenos.
No había
escapatoria.
Sobrevivir
era eso:
saltar de un
lado a otro
cada vez que
acontecía
el naufragio.
Fotografía: Gloria Rodríguez
0 comentarios