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ateo poeta

 

Hacía un invierno

que los arroyos no descendían

por estos cauces sólo aptos

para despeñarse o venerar la piel

fulgente a remojo.

 

Resucitar con los animales en lo tupido

o en la sed subterránea.

 

Qué frutas se desgranan

en tus labios maduros y por qué no veo

si todo hiere como siempre.

 

 

Fotografía: Julia D. Velázquez

 

 


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