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ateo poeta

 

No son muchas.

Digamos, para redondear,

que una por cada mil.

 

En cualquier latitud.

Pueden adoptar colores

más oscuros o satinados

en su piel, es lo de menos.

 

Su magnetismo radical

no deja indiferente, pero araña

las convenciones.

Resiste las etiquetas.

 

Si se agolpan varias al unísono,

estás de suerte porque es baldío

ponerse a contar.

Te asaltan y laminan.

 

Son la belleza del discurso,

el átomo en su acrobacia.

 

Las diosas que no exigen

oración.

 

 

Fotografía: Sofía Santaclara

 

 

 

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