Siempre me digo
que esa ebriedad,
tanta dicha,
lo íntimo
y perturbador,
extemporáneo,
al margen de,
que atraviesa
cuerpo y alma,
lo que tú conoces
e inspiras,
es lo más
venerable
y no merecen pena
ni austeridad
que valgan.
Y si lo efímero,
la pérdida,
esta ruin ausencia,
vuelven a amargarme
el día,
solo invocaré
a la suerte,
nadar en tu memoria,
instigación
del ahí
y lo universal.
Fotografía: Chema Madoz
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