Se puede decir “cosa”
y no llegar a tocarla nunca.
Podemos sentirla con el tacto
o el paladar, olerla, contemplarla,
escuchar su ser o su silencio
y, sin embargo, ser incapaces
de balbucear su nombre.
Del mismo modo, sé que estás
lejos y que la invocación
y las promesas son meros
entretenimientos.
Mientras que al encontrarnos
y adherirnos es muy probable
que las palabras se entumezcan,
se enreden o se confundan.
Otra hipótesis muy apreciada
establece que es en el recorrido
que va desde la idea
hasta el cuerpo, o a la inversa,
donde acontece la virtud
de la comunión.
Pero también me consta
la posibilidad de que nos pasemos
de largo.
Fotografía: Miguel A. Martínez
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